Pepín el Breve (714–768): rey de los francos y padre de Carlomagno

Pepín el Breve (714–768): rey de los francos y padre de Carlomagno. Descubre su ascenso, legado dinástico y las reformas que marcaron la Europa medieval.

Autor: Leandro Alegsa

Pepín el Breve o Pippin (714 - 24 de septiembre de 768), a menudo conocido como Pepín el Joven o Pepín III, fue rey de los francos desde 751 hasta 768.

Pepín era hijo de Carlos Martel y Chrotrud (690 - 720), y nació en Jupille, Bélgica.

En el año 740, Pepín se casó con Bertrada de Laon. Ella era hija de Caribert de Laon. Tuvieron dos hijos y una hija que vivieron lo suficiente como para ser adultos:

Ascenso al poder

Tras la muerte de Carlos Martel en 741, Pepín heredó, junto con su hermano Carlomán, el cargo de mayordomo del palacio —la posición de hecho más poderosa en el reino franco—. Durante varios años los hermanos gobernaron en conjunto hasta que Carlomán se retiró a la vida monástica en 747, lo que dejó a Pepín como única figura dominante.

En 751, con el apoyo de importantes obispos y de figuras clericales como San Bonifacio, y contando con la aprobación del papa Zacarias, Pepín fue proclamado rey de los francos. Su elección marcó el fin efectivo de la dinastía merovingia, al ser depuesto el último rey merovingio, Childerico III, y el inicio de la dinastía carolingia.

Relación con la Iglesia y anointamiento

Pepín cultivó una estrecha alianza con la Iglesia, buscando legitimidad religiosa para su reinado. En 754 el papa Esteban II viajó a la Galia y, en una ceremonia celebrada en la basílica de Saint-Denis, ungió a Pepín y a sus hijos, un acto simbólico que consolidó la idea de la monarquía franca como institución sagrada y fortaleció la posición de la casa carolingia.

Campañas militares y la Donación de Pepín

Durante su reinado Pepín dirigió campañas militares para afianzar el territorio franco y defender a la Iglesia. Intervino en favor del papado contra las presiones del reino lombardo en Italia y, tras derrotar al rey lombardo Aistulfo en campañas de 754–756, entregó a la Santa Sede una serie de ciudades y territorios previamente controlados por los lombardos. Este acto, conocido como la Donación de Pepín, fue un paso clave en la formación temporal de los Estados Pontificios y consolidó la alianza entre la monarquía franca y el papado.

En el ámbito interno continuó la política de su padre de someter a señores locales y reorganizar fuerzas militares, al tiempo que protegía las fronteras y reprimía revueltas en diversas regiones del reino (por ejemplo en Aquitania y en las fronteras septentrionales).

Gobierno y reformas

Pepín fortaleció la autoridad real mediante la redistribución de cargos y tierras, el apoyo a la estructura episcopal y la reforma del aparato administrativo. Su reinado supuso la transición efectiva del poder real hacia una monarquía centrada en la figura del rey y en el vínculo con la Iglesia, sentando las bases políticas y simbólicas sobre las que su hijo Carlomagno construiría el gran imperio carolingio.

Muerte y legado

Pepín murió en Saint Denis y está enterrado en la basílica con su esposa, Bertrada de Laon. Sus hijos, Carlomagno y Carlomán, fueron cada uno rey de la mitad del reino de los francos después de él: tras la muerte de Pepín en 768 el reino se dividió entre ambos, aunque la rivalidad y los hechos posteriores llevaron a que Carlomagno consolidara el poder sobre la mayor parte del territorio.

La importancia histórica de Pepín el Breve radica en haber cimentado la dinastía carolingia, en legitimar el poder real a través de la unción sagrada y en crear un vínculo político duradero entre los francos y el papado. Sus decisiones, sobre todo la Donación de Pepín y la estrecha colaboración con la Iglesia, tuvieron consecuencias duraderas en la configuración política de Europa occidental durante la Edad Media.

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Pepín el Corto



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